José Fernando Mota

Creo recordar que a Ángel Rozas lo conocí a mediados de los noventa, cuando comencé a frecuentar el Arxiu de CCOO de Catalunya como investigador. Pero fue tiempo después, cuando trabajé en ese mismo archivo, cuando tuve más trato con él.
Ángel Rozas, comunista y sindicalista, militante antifranquista, represaliado de la dictadura, preso político y exiliado, a diferencia de otros, nunca alardeó de su pasado, siempre se mostró asequible y modesto cuando le preguntabas sobre esos duros tiempos. Y no fue poco lo que hizo.
Mi admiración por su figura creció cuando realicé mi investigación sobre los trabajadores de la construcción en Barcelona y el nacimiento de CCOO en el sector. Fue entonces cuando conocí más sobre ese Ángel Rozas y su papel en unos momentos duros, en los oscuros años cincuenta.
Eran pocos, muy pocos, los que se atrevían en esos años a desafiar a la dictadura. La durísima represión franquista había diezmado la oposición y atemorizado a muchos. Ángel Rozas pronto ganó el aprecio de sus compañeros por denunciar las injusticias. Desde 1948 era enlace sindical, pero sabía que solo poco se puede hacer. Buscó con ahínco con quien organizarse. Primero contactó con la HOAC, luego con militantes de la CNT, pero como él mismo explicaba, se hablaba mucho pero se actuaba poco. Estaba bien la teoría, pero faltaba la praxis.
Empezó entonces a orientarse por lo que oía clandestinamente en Radio España Independiente -la Pirenaica- y acabaría así contactando con militantes del PSUC y entrando en la organización en 1954. Desde entonces se convertiría en un disciplinado, que no acrítico, militante comunista. Cuando el Partido optó por hacer entrismo en el Sindicato Vertical el camarada Rozas siguió la consigna. Eran los tiempos de la Oposición Sindical Obrera que impulsaban los comunistas. En 1958 llegó a vocal nacional del Sindicato de Construcción, Vidrio y Cerámica.
Pedro Moya Clúa, antiguo cenetista pasado al franquismo, eterno presidente de la Sección Social del sindicato, en su política de captar a militantes con ascendente entre los trabajadores, tenía en mente a Rozas para proponerlo como procurador en Cortes por el sindicato. Pero su detención en 1958, por participar en las huelgas de solidaridad con los mineros asturianos, puso en evidencia su militancia comunista y fue expulsado de sus cargos. Esa sería la primera de varias detenciones porque Rozas, a pesar de la represión, insistió en organizar sindicalmente a sus compañeros, participando activamente en la creación de CCOO. Finalmente, ya muy señalado por el régimen, optaría por exiliarse en 1969.
Ángel Rozas tuvo claro, en una situación política y social extremadamente difícil para la clase trabajadora, que sin organización las ideas no avanzan. Y en eso puso su empeño y por eso pagó con cárcel y exilio su militancia comunista y sindicalista. No olvidemos su ejemplo.